Piden represión. Preocupados –y con muchas razones para preocuparse– exigen mayor presencia policial, suplican por aumentar el número de carabineros, o de usar artillería pesada, si es necesario. Desesperados por los recientes sucesos de violencia en el estadio Pascual Guerrero, los otros protagonistas del fútbol encuentran en la represión la única salida.
Represión, represión y más represión, la misma que en los últimos 10 años –que es más o menos lo que lleva este tema de las barras populares en los estadios–, ha fracasado hasta la saciedad. Cada dos meses, en casi todos los estadios del país, se repite la misma historia: peleas, masa descontrolada, mucho bolillo, un puñal al aire y dos muertos. Nada ha cambiado y las medidas represivas, que son las respuestas inmediatas, se han convertido en paños de agua tibia frente a un asunto que crece cada vez más.
¡Pilas! Los estadios ya suman 80.000 barristas a lo largo y ancho del país y los resultados frente a la violencia arrojan un balance lamentable.
Está bien claro que no ha habido remedio serio y la bomba de tiempo hace tic-tac. 'Goles en paz', un programa dirigido por el padre Alirio –tal vez el único que no habla de represión–, se quedó corto porque resuelve el tema en el estadio a lo largo de dos horas, que es lo que dura un partido con sus entradas y salidas, y no va al problema de fondo que palpita en cada barrio y que se llama marginalidad y exclusión.
¿Qué hacer? ¿Más candela, más garrote; o qué tal una mezcla de zanahoria y garrote? Frente a tanto fracaso con botas, hay una idea que vale la pena atender. Es un proyecto que se llama el barrismo social; nació en las entrañas de las barras, tiene el apoyo de la embajada Suiza y consiste en que, a partir de ellos mismos, se realicen trabajos constructivos que aporten a la inclusión social de los miembros de las propias barras.
La teoría es muy sencilla: los jóvenes que no tienen educación, que están llevados por la droga, que son los que terminan cometiendo los peores errores, ven a su barra como la única cosa con sentido en su vida. Pues bien, varios líderes, cansados con el problema que hace rato también se les salió de las manos, se han reunido en torno a la Fundación Juan Manuel Bermúdez (lleva el nombre de un hincha que asesinaron los paramilitares el 19 de mayo de 2002 en Cisneros, Antioquia), con el fin de proponer programas de ayuda para los que están en la olla y programas culturales para los que quieren hacer música, que es un punto que los une.
Se busca la promoción de la convivencia ciudadana, a través del reconocimiento de la pasión por los distintos equipos deportivos (fútbol para el caso más masificado), canalizando, de manera adecuada, las energías y emociones de los hinchas. Un partido entre dos equipos femeninos, otro entre escolarizados que han participado en el programa y un homenaje a los hinchas fallecidos fue la agenda principal del evento.